Comentario
En líneas generales, el panorama que se desprende de las tradiciones legendarias coincide sustancialmente con el que ofrecen los estudios dialectológicos de la lengua griega. A partir de polémicas científicas todavía parcialmente vigentes, donde la formación de los diferentes dialectos se ha explicado por procedimientos variados, por oleadas o por separaciones internas ya dentro de la época oscura, al sumarse los datos de la arqueología y predominar los intentos totalizadores, se llega a una visión dinámica de la configuración del griego como lengua poseedora de ricas variedades dialectales.
Sin duda, el gran movimiento diferenciador tuvo lugar en la edad oscura, como consecuencia del amplio proceso migratorio que llevó a la ocupación de Asia Menor y a la formación de los dialectos orientales. Sin embargo, el dialecto dorio posee características propias que llevan a los investigadores del pasado a colocarlo en una posición específica, de introducción reciente, consecuencia de una nueva migración que sería la causante de la destrucción del mundo de los palacios micénicos. Las matizaciones que han resultado de estudios más recientes llevaron primero a identificar el dialecto con el hablado por las clases oprimidas del mundo micénico, cuya destrucción sería la consecuencia de una revuelta social.
Más tarde, se ha admitido de nuevo el carácter migratorio de su aparición, pero más bien situada en la Edad Oscura, consecuencia, más que causa, de la catástrofe. Por otro lado, la migración no representaba una nueva invasión exógena de pueblos procedentes del norte, síntoma de una renovación racial. Las características de la lengua doria se hallan desde época anterior situadas en amplias regiones del norte o del oeste de Grecia, donde no influyeron los aspectos renovadores que llevan a la constitución de los dialectos orientales. Tesalia, Dóride, Fócide, Lócride, Etolia y Acarnania poseían en sus lenguas los rasgos con que se identifica el dorio, lengua de los pueblos que se movieron hacia el Peloponeso en época oscura, en la que se asentaron y consolidaron sus caracteres. Estos representaron el resultado histórico de la confluencia de los movimientos de pueblos con la configuración de la nueva sociedad, en que las agrupaciones concretas tienden paulatinamente a constituirse en ciudades estado.